Secretaría de Cultura del Estado de Oaxaca
Oaxaca, México. 2008 / SMA 2024
Blog de Homero Adame sobre leyendas y mitos mexicanos; también costumbres y tradiciones mexicanas y escritos literarios del autor.
Es importante señalar que la herbolaria "goza de buena salud”, pero también enfrenta ciertos desafíos, como la falta de regulación o de estandarización de las propiedades de las plantas y sus modos de empleo y, sobre todo, la falta del aval científico que pudiere respaldar su eficacia. Por ello, es importante que los usuarios de este sistema alternativo se informen sobre las propiedades, los usos, las dosis adecuadas, las posibles contraindicaciones de las plantas medicinales que utilizan, y que también consulten a yerberos expertos, botánicos, biólogos o profesionales de la salud calificados y de confianza para no poner en riesgo su bienestar.
Plantas medicinales del noreste de México es una obra tan actual sobre herbolaria medicinal de una
región de México que comprende los estados de Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas
y norte de San Luis Potosí, así como la franja fronteriza sur de Texas; es un
tratado fundamental para los usuarios que buscan saber más de medicina
tradicional o medicina natural; fundamental por la valiosa información que
contiene y porque se enfoca tanto en las plantas regionales y sus nombres más
comunes, como en aquellas que, pese a no ser nativas, son de uso habitual y
fácil de conseguir en hierberías de mercado o en tiendas naturistas.
El libro está disponible en Amazon en formato digital (Kindle) y formato impreso.
En Tlayacapan, Morelos una pequeña ciudad cerca de Tepoztlán, que es famosa por su convento agustino del siglo XVI y por las peregrinaciones a la virgen del Tránsito, cuentan una leyenda colonial que concierne a dicha virgen, pues, según tal leyenda, un día ella decidió dejar su hogar original en Tepoztlán y fue a buscar un nuevo hogar en otro pueblo, en Tlayacapan.
Se dice que la virgen del Tránsito era la patrona de Tepoztlán y que un día los tepoztecos la llevaron a Tlayacapan porque la imagen estaba en mal estado por causa de las lluvias y porque había un artesano de Tlayacapan que sabía restaurar ese tipo de figuras religiosas. La imagen pronto quedó como nueva y los tepoztecos emprendieron el viaje para llevarla de regreso a casa, pero los sorprendió la noche en el camino y les fue necesario pernoctar a la intemperie bajo las estrellas. Cuál no habrá sido su consternación cuando despertaron a la mañana siguiente y descubrieron que la imagen había desaparecido, como si se hubiera esfumado en el aire porque no había huellas ni rastro de ella. Sospecharon que los habitantes de Tlayacapan, envidiosos de tan bella imagen, se la habían robado mientras todos dormían.
Regresaron a Tlayacapan y... ¡allí estaba la escultura! Los
tepoztecos estaban furiosos y amenazaron a sus vecinos con la guerra si
intentaban robar de nuevo la imagen de su amada virgen. Los tlayacapanenses no sabían qué decir. Nadie podía explicarse cómo había regresado sola la figura.
Los tepoztecos partieron de nuevo para llevarse la imagen a
casa, a Tepoztlán. En aquellos años era un trayecto muy largo, así que, por supuesto, tuvieron
que acampar de nuevo en algún paraje de montaña. Esta vez, sin embargo, decidieron dejar a
alguien de guardia toda la noche. Pero en la mañana descubrieron que la figura
había vuelto a desaparecer y el vigilante mismo no podía explicar cómo había
desaparecido porque juró haber estado en vela toda la noche.
Los tepoztecos, ahora muy enfadados, vieron unas pequeñas
huellas y decidieron seguirlas. Y, por supuesto, el rastro conducía
directamente a... ¡Tlayacapan! Sin embargo, notaron que había huellas frescas de pies chiquitos alrededor de una poza en el
cerro del Tlatoani, como si la virgen se hubiera detenido recientemente a beber
agua allí, descansar o refrescarse... El enojo de los habitantes de Tepostlán se convirtió en incredulidad ante el descubrimiento, pues
se dieron cuenta de que nadie había robado la estatua, sino que ella misma había regresado
a Tlayacapan por su propio pie. Esta vez no se sorprendieron en lo más mínimo encontrar
a la virgen de nuevo en el convento, donde estuvo por muchos años hasta que levantaron su propia capilla por tratarse de una imagen muy venerada.
Al final no hubo guerra ni nada entre ambos pueblos. Al
contrario, desde aquel día, la gente de Tepoztlán hace peregrinaciones
especiales a Tlayacapan ¡para honrar a su propia patrona!" dentro del marco de Semana Santa cuando cientos de peregrinos de otras partes van también a venerar a tan milagrosa imagen.
Nota: la fotografía de la virgen fue tomada de la página de Facebook Fiestas de los pueblos y barrios de la cuenca de México, mientras que la del convento de San Juan Bautista del blog de Jesús Alcántara. Que los enlaces sirvan de crédito a quienes correspondan.
El libro está a la venta en librerías potosinas y de Monterrey.
También está disponible en Amazon para formato impreso: https://www.amazon.com/dp/6072933769
Y en Kindle, para formato electrónico: https://www.amazon.com.mx/dp/B0CTY38TCF
Dada la riqueza cultural y la diversidad étnica, en el estado de San Luis Potosí se cuentan infinidad de historias muy variadas que abarcan el gran espectro de la mitología y el folklore del mundo entero. No son simples pláticas de fantasmas o aparecidos, de castigos divinos, de tesoros y túneles, de milagros o apariciones de santos y vírgenes, de la creación del mundo, de animales, del ser humano o de creencias en torno al clima y los fenómenos naturales. Son más que eso: tales historias contemplan los arquetipos de teofanías y hierofanías, explican el pensamiento mágico-religioso o las supersticiones, hablan del tiempo mítico, del tiempo profano, del tiempo sagrado, recrean una paradoja temporal, narran hazañas de personajes heroicos –humanos o animales– y, de tal modo, ponen a San Luis Potosí en el contexto de la mitología universal.
El autor de este libro, Homero Adame explica que casi todas las historias seleccionadas no son exclusivas de una ciudad o de un municipio de San Luis Potosí, y ni siquiera de México, ya que muchas se cuentan en diversas partes del mundo, a pesar de tener diferencias de contenido y hablar de contextos geográficos distintos. La mitología y la tradición oral son universales, aunque en muchos casos pueden ser nacionales, regionales o locales. Como ejemplos menciona que las historias de gigantes se cuentan en todo el mundo; las de la Llorona, en todo México; las del Jergas, en centros mineros del país; las de Xantolo, en varios lugares de la Huasteca, y la de la Taconuda, solamente en Cedral.
Esta obra es una versión revisada, corregida, actualizada, mejorada y aumentada de la coedición publicada por las secretarías de Educación y de Cultura del estado de San Luis Potosí en 2007 con el título Mitos, relatos y leyendas del estado de San Luis Potosí. Para esta nueva edición se cambió el diseño, se modificó el título, se conservaron todas las historias a la sazón publicadas y se agregaron algunas nuevas, inéditas.
El libro se puede conseguir en San Luis Potosí, en Librería Ochoa y Librería Española. En Monterrey: en la librería Publi-Arte, en Calzada Vasconcelos de San Pedro Garza García.
También está disponible en Amazon para formato impreso:
https://www.amazon.com/dp/6072949789
Leyendas de Matehuala, SLP
Cuentan que el Señor de Matehuala venía en un burrito, que la imagen del Cristo la traía cargada un burrito en su caja, pero parece que no estaba destinada para quedarse aquí en Matehuala, sino que iba para otra parte. Sin embargo, el burrito se detuvo aquí en algún punto de Matehuala y no quiso seguir su camino; no había poder humano que lo moviera. Entonces le quitaron la caja de su lomo y el burrito se fue corriendo y nadie lo volvió a ver jamás. No se supo de dónde había venido ni quién lo hubiera enviado. Al abrir la caja encontraron la imagen del Cristo y primero la tuvieron en la capilla del Santo Niño de Atocha, pero dicen que no le gustó allá y se vino él solito a esta iglesia que es ahora la catedral. Entonces el sacerdote de aquel tiempo decidió que ahí se quedara.
En Saltillo cuentan una leyenda de que el Cristo de allá llegó en condiciones similares, en un burrito, e iba con otro destino, pero prefirió quedarse en la que es ahora la catedral de Saltillo. Entonces se cree que aquí adaptaron aquella leyenda para el Señor de Matehuala.
El mero día 6 de enero se celebra al Santo Cristo de Matehuala. Es una fiesta muy animada a la cual viene mucha gente de otras partes del estado, de la república y de los Estados Unidos, principalmente lugareños que han emigrado en busca de una vida mejor. (Leyenda publicada por Homero Adame).
Según
algunas versiones, le hacen la fiesta en esa fecha porque es cuando dicen que
el Cristo se apareció; eso fue cuando la catedral no existía como tal sino que
era una iglesia más humilde y pequeña. La gente de antes contaba que un día 6
de enero se apareció la imagen del Santo Cristo en la puerta de la iglesia,
pero no exactamente en la puerta sino más bien en una pared a un lado de la
puerta.
Pero
no se apareció así grande como está ahora en la cruz del altar. Más bien se
dice que se apareció como una figura tipo silueta y al mirarla la gente le
hallaba forma y a partir de entonces le empezaron a traer veladoras y flores.
Según se cuenta, a más veladoras que le prendían ahí donde estaba la figura,
ésta se fue haciendo más grande y agarró el tamaño que ahora tiene. Hay quienes
suponen que ese fenómeno fue, quizá, por efecto del tizne. También cuentan que
cuando la figura ya estaba grande, cuando iban a tumbar la iglesia vieja para
construir la catedral, entonces sacaron la imagen de la pared y la pusieron en
la cruz del altar.
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Nota: estas versiones de la leyenda fue publicada en la plaquette “Leyendas del Festival de Desierto” de Homero Adame, por la Secretaría de Cultura del estado de San Luis Potosí, 2005.Las creencias de búhos o tecolotes y lechuzas como mensajeros de la muerte no son propias de nuestro país, sino que se repiten con frecuencia en el folklore de muchas otras culturas del mundo. De igual forma, hay pueblos que asocian al tecolote con la sabiduría y como compañero de brujos y hechiceros. Mientras que en otras zonas geográficas, principalmente en México, se les asocia con brujas que se convierten en esas aves y vuelan por las noches. Aquí en el Noreste, la palabra “lechuza” se utiliza indistintamente para designar a las aves nocturnas que emiten un sonido ululante, trátese de lechuza o tecolote.
A continuación tenemos tres ejemplos de leyendas de lechuzas: una escuchada en Hidalgo, Tamaulipas y dos de La Petaca, comunidad aledaña a Linares, N.L.
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Las lechuzas son aves de mal agüero, anuncian la muerte. Yo recuerdo que cuando mi papá murió, andaba una lechuza ahí. Y también el día que un tío se estaba petatiando la lechuza estaba parada en la barda, cantando. Y es que esos animales son emisarios de la Muerte, y cuando alguien va a morir, la lechuza canta y se para afuera de la casa del moribundo.
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Había un señor que se llamaba don Iginio González que vivía aquí cerca. Cuentan que una vez se le arrimó una lechuza y él se puso a rezar las doce verdades. Y pos no cree que se le acercaron más lechuzas y que andaban vuele y vuele arriba, y se prendían de las varillas. Y pos se asustó bien requetefeo y no terminó de rezar pos tuvo miedo y se fue corre y corre.
Esto yo creo que pasa porque como ellas [las lechuzas] son brujas convertidas, entonces cuando alguien les empieza a rezar las doce verdades pos ellas se tienen que proteger para que no las maten. Por eso llegan a ayudarle las otras viejas esas que andan volando.
Nota: estaos relatos fueron publicados originalmente en mi libro Mitos, cuentos y leyendas. Tradición oral de Nuevo León por Ediciones Castillo, en Monterrey, 1998.
Puedes encontrar más historias similares en el libro Creencias, mitos y leyendas de animales de Homero Adame.
El libro está disponible en librerías y también en Amazon para formato impreso:
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y para formato electrónico Kindle:
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En el panteón de Matehuala hay dos mausoleos que, aparte de la iglesia, sobresalen por su tamaño y su estilo. Uno es la tumba de don Manuel Fernández, la cual fue construida a principios del siglo XX. El otro pertenece a la familia Castillo y no hay registro de una fecha exacta de cuándo se levantó, pero es del siglo antepasado, del XIX --explica Tomás Ferrándiz para esta publicación de Homero Adame. Esa tumba de la familia Castillo fue profanada. Por un lado podemos hablar de lo que es la historia, porque hay documentación de ese hecho, y también un poco de cómo es la leyenda:
Al
cabo de cinco años, según se publicó en el periódico El Nuevo Día, se
dice que la tumba fue violada para robarle las joyas y el Cristo de oro. Ese es
un tesoro que apareció en un hoyo del ala sur cuando se tumbó la iglesia. Hay
que saber que todas las iglesias tienen un tesoro; justo antes de colocar la
primera piedra se hace un hoyo y ahí los feligreses echan lo que quieren, joyas
u objetos de valor, y ya después se construye la iglesia. Ese es el tesoro de
toda iglesia.
Ya en
el campo de la leyenda, supuestamente el padre encontró ese tesoro cuando tumbó
la parroquia original y cuentan que al morir lo enterraron con el tesoro, todo
en el mismo féretro. A los pocos días corrió el rumor de que alguien profanó la
tumba para robarse el tesoro, lo cual fue cierto, según testimonios y lo
publicado en aquel periódico. Se le dio aviso a las autoridades y también a los
familiares del padre Castillo; éstos vinieron y se llevaron los restos en tren
a Villa de Reyes, donde lo sepultaron en la parroquia de allá. (Leyenda publicada por Homero Adame).
Jamás
se supo quién profanó esa tumba para robarse el tesoro en cuestión. El periódico
habló de joyas y del Cristo de oro, pero quién sabe si eso haya sido cierto. De
todas maneras, todo esto a la larga dio pie a esta leyenda.
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Nota: esta leyenda fue publicada en la plaquette “Leyendas
del Festival de Desierto” de Homero Adame, por la Secretaría de Cultura del
estado de San Luis Potosí, 2005.
Aquí hubo mucho dinero antes. Los señores eran los
pelaos más ricos de toda la región, pero cuando el reparto de tierras todos se
fueron. Antes no había bancos ni nada, así que la gente escondió su dinero
cuando la Revolución. Lo enterraron por allí
Estas tierras eran muy grandes, y todas del mismo
dueño. Después del reparto ejidal vinieron los hijos del señor y se llevaron lo
que pudieron de la hacienda. Pero namás cargaron con los muebles, retratos y
vajillas que no se habían robado otras gentes. Por aquí pasaron con carretas llenas
de cosas. Hasta el motor del molino se llevaron. Y todo a carreta de yunta,
pues ni había caminos ni camiones. Aquí mero pasaba el camino real.
Hace mucho, un señor vino y me preguntó si aquí había tesoros. Yo mismo lo llevé a “L'ubre de la vaca”, pero no hallamos nada. Y eso que el hombre ese traiba aparato. Por eso digo que ese tesoro sigue allí mismo, pero a nadie más se le ha revelado el lugar como se le reveló a Juan Alvarado. Cuando guste nomás tráigase un aparato y le damos una buscada. Quien quite y a nosotros con usté nos toque...
Cuando se habla de tesoros enterrados, generalmente se mencionan luces y ruidos o voces misteriosas que se ven y se oyen en algún punto en particular. Esas menciones suelen ser en tercera persona, es decir, de alguien que cuenta que alguien más le contó de algo que vio u oyó. De acuerdo con la creencia popular, cuando alguien escucha esas voces misteriosas o ve esas luces es porque a esa persona los espíritus le están ofreciendo el tesoro y le toca sacarlo.
Nota: esta leyenda fue publicada en mi libro Mitos,
cuentos y leyendas. Tradición oral de Nuevo León por Ediciones
Castillo, en Monterrey, 1998.
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No
sabemos con exactitud cuándo se construyó esta casa, pero sí sabemos que es muy
anterior a 1864 porque en ese año aquí se hospedó Maximiliano. Eso fue el 13 de
septiembre. Se hospedó la noche del 13 y del 14 y se fue el día 15 para dar el
primer grito oficial de Independencia en Dolores. A partir de entonces se
acostumbra que en alguno de sus seis años como presidente de la República, el presidente
en turno vaya a Dolores a dar el grito.
Luis Felipe Rodríguez
El nombre
correcto de mi tatarabuelo y dueño de esa casa era Jesús María Vázquez Palacio.
Él fue el defensor de Maximiliano en el sitio de Querétaro; era el primer
jurisconsulto y el director de la Escuela de Jurisprudencia. Estuvo en
Querétaro con Riva Palacio y otro abogado; eran tres y dos se fueron a San Luis
a pedir el indulto a Juárez y uno de ellos se quedó en Querétaro. Creo que fue
Jesús María Vázquez porque él y Maximiliano llevaban muy buena relación.
Cuando Maximiliano estuvo aquí en San Miguel se quedó en la casa
de Jesús María Vázquez y le hicieron una cena de gala, con baile, en la casa de
los Lámbarri, enseguida. Maximiliano bailó con mi bisabuela Dolores Lámbarri
Malo. Cuentan que estaban mi bisabuela y Maximiliano bailando un vals y que le
cayó a mi bisabuela en la parte del hombro del vestido la cera del candil y
Maximiliano muy caballerosamente le removió la cera del hombro.
Luis Miguel Villarreal
Maximiliano
se queda en la casa Lámbarri, donde pernocta, y no en la otra. Lo recibe la
familia Lámbarri y le hacen fiesta y banquete. En los archivos parroquiales yo
vi una carta donde se menciona que pernocta en la casa de los Lámbarri. Ahora, yo
no sé si la casa Lámbarri tenía continuación con la casa vecina, ahora Casa de
Europa, y fueran una misma propiedad. Sería cuestión de ver planos de cómo eran
las casas en aquel tiempo.
Graciela Cruz
Jesús
María Vázquez Palacio (no José) es efectivamente el abogado que radicaba en
Querétaro. Su esposa era Guadalupe López Sautto y Sautto, nacida en la hacienda
Noria de San José (luego conocida como Noria de Alday), en San Diego de la
Unión. Este señor Vázquez es en ese tiempo dueño de esa hacienda. Su casa en
San Miguel es la que estás estudiando para tu libro, segunda calle de San
Francisco número 4 (ahora San Francisco 23), y por su cercanía con Maximiliano,
Jesús María Vázquez lo recibe allí cuando el emperador hizo su visita oficial
en camino a Dolores para dar el primer grito de Independencia.
Jesús Garza Herrera
Hay una
novela histórica, Quién en San Miguel,
donde se menciona que el emperador Maximiliano se hospedó en esa casa y también
habla de mucha gente de época. La autora se llama Eladia González.
Gloria Tovar
Al abuelo
de mi papá no le tocó, porque fue antes, pero según contaba que las gentes de
más atrás contaban que don Maximiliano llegó en un carruaje muy elegante con
mucha gente y caballos de lo más fino. El emperador entró caminando a la casa
sobre un tapete rojo, largo, pero el caballerango dio vuelta y metió los
caballos y el carruaje por atrás, por lo que es la calle de atrás, la de Correo.
Luego todos los trabajadores tuvieron permiso de salir a la calle a saludar y
echar “vivas” cuando más tarde el emperador salió con su gente a los asuntos
oficiales en el Palacio de Gobierno.
José Guadalupe Sánchez
En aquel
tiempo, cuando Maximiliano fue a dar el grito a Dolores –que fue el primer grito
de Independencia que un gobernante dio de manera oficial–, una comisión recibió
a Maximiliano aquí en San Miguel y él se quedó en esta casa, estuvo dos noches.
Lo llevaron una tarde a pasear al parque Guadiana, que en aquel tiempo eran
huertas y un lugar recreativo al que la gente de San Miguel iba a pasear. El
parque Juárez no existía.
Samuel Rangel
Dicen que
Su Majestad se quedó en la casa de los Vázquez y eso lo menciona de la Maza en
su libro. Lo que yo sé por historias de familia es que la fiesta que le
organizaron a Maximiliano fue en la casa de mis tatarabuelos los Lámbarri, en la esquina de San Francisco y Corregidora, prácticamente
enseguida de los Vázquez. Todas las señoras que estaban invitadas se
pulieron haciendo sus mejores platillos y una de mi familia hizo un postre de
pera y por eso yo escribí ese texto que anda en Internet, “Las peritas del
Emperador”.
Maruja González
Cuando
fusilaron a don Maximiliano en Querétaro, mucha gente de San Miguel estuvo en
apuros porque eran amigos del Imperio. Esos Vázquez parece que se fueron un
tiempo, pero no vendieron la casa.
Demetrio López
Pos aquí se cuentan muchas cosas de la hacienda (de la Meza, en el municipio de Hidalgo, Tamps)), pos como usted se puede dar cuenta, la casa esa ya es muy vieja. Pero mire, que lo que yo le voy a contar es cierto porque a mí me pasó hace muchos años. Y lo recuerdo como si hubiera sido anoche mismo.
Yo antes vivía allá arriba, cerca del caserón viejo. Ya estaba en ruinas. Venía caminando una tarde, ya estaba obscuro; el sol se había metido hacía un buen rato. Iba pasando cerca de la iglesita cuando de pronto que veo como una luz que venía del cielo. (Leyenda publicada por Homero Adame).
Les
¿A poco cree usted que ese amigo nos creyó cuando le dijimos que nosotros no habíamos estado molestándolo porque estábamos bien recogidos en nuestras casas? No, ¡qué va!, no nos creyó. Pero por Dios santito que ni yo ni el otro fuimos a la iglesia en la noche. Han de haber sido las ánimas que lo molestaban. Y él creía que éramos nosotros.
Nota: esta leyenda fue publicada en mi libro Mitos, cuentos y leyendas. Tradición oral de Nuevo León por Ediciones Castillo, en Monterrey, 1998.